17.2.12

Crítica: El Artista, de Michel Hazanavicius

Pasan los años, pasan los gobiernos, quedan los artistas, pero no los del cine mudo, y eso es justamente lo que sabe, con un dejo de bronca y resignación, George Valentin (Jean Dujardin) que pasará cuando la gente se aburra de las morisquetas y busque la sensación de los talkies, films sonoros (por demás) hablados.
El Artista nos sitúa, por supuesto, a finales de la década del 20 y comienzos del 30, recordando una época de grandes cambios: en Hollywood, la inocencia teatral del cine hiper-gesticulado mudo estaba por llegar a su fin, mientras que en la sociedad entera la crisis económica más grande del Siglo XX amenazaba con destruir el sueño americano. En este contexto, ignorando el futuro, disfruta de su gloria George, el anteriormente mencionado protagonista, hasta que una cara nueva le intranquiliza: Peppy Miller, una joven aspirante a actriz, lo confunde irrumpiendo en su vida en un momento crucial, donde George ve cómo se desploma su matrimonio y pronto también su carrera en cine. Peppy (Bérénice Bejo) encarna a la perfección lo que es el cine mudo para George: primero, una curiosidad atractiva (o al menos eso le asegura su productor, el gran John Goodman), luego una realidad innegable, finalmente, una competencia y por ende, una oportunidad. Si el epílogo permite agregar un final feliz, es para satisfacer la nececidad de relief del público. En la vida real, más de un actor/director de cine mudo, estuvo más cerca de concluir su carrera como en la anteúltima escena aquí descripta.
Ahora bien, en cuanto a lo que a esta altura ya es sabido (inclusive a modo de advertencia, pareciera, respecto a algunas críticas), El Artista es un film mudo, blanco y negro y con proporción de pantalla 4:3 o, mejor dicho, "formato académico". Sí, es una clase de cine y no, no todos decidieron estudiar esa carrera. Sin embargo, sus hallazgos expresivos, la sensibilidad de los actores y la sutileza del director hacen del film una digna candidata a ganar el premio Oscar, así otro homenaje al cine "primitivo" resulte aún más merecedor del premio (Hugo, de Martin Scorsese, por supuesto). Que Hollywood haya decidido mirarse el ombligo pero quitándose 80 años de encima puede que indique lo que miles de cinéfilos -no sin un dejo de snobismo, hay que reconocerlo- gritan hace ya mucho tiempo: películas eran las de antes.
Figuras del tamaño de Sergei Eisenstein, René Claire y Basil Wirght alguna vez despreciaron al cine sonoro, alegando que el talkie jamás podría ser arte, porque "reproduce mecánicamente la realidad". En otras palabras, inevitablemente leídas a través de intertítulos, el personaje ficticio George Valentin opina lo mismo pero, al igual que tantos otros artistas de la época, termina cediendo a su orgullo (con enorme ayuda de su partenaire de los escenarios y de la vida de por medio), encontrando una solución que, casi ignorándolo, tiempo después correría una suerte similar a su amado cine mudo, desde las limitaciones no ahora de un formato sino de un género. Pero eso, inevitablemente, sería ya material para otra película, y además conviene no revelarlo.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...