19.5.13

A Gritar (Mi Amor)

En cierto cine los personajes a veces gritan -ó sufren ó se asustan- en cámara lenta.
¿No son los momentos duros, críticos e impredecibles aquéllos donde nuestra reacción más probable radique en quedarnos quietos y en shock o, muy por el contrario, actuar ligero para preservar nuestra integridad momentánea y llorar ó ser felices ó correr como condenados tiempo después?

Aplicando un sentido crítico tirando a turro, como el que Roger Ebert solía dispensarle a los films que no resultaban de su completo agrado, podríamos decir que la última Duro de Matar cuenta con una pelotudez enorme nomás empieza:

A bordo de un vehículo, Bruce Willis persigue a su hijo -que le lleva algo así como 50 metros de ventaja a bordo de otro vehículo, por supuesto- y exclama alguna pelotudez del tipo:

"¡Todavía no he terminado de hablar contigo, Junior!" 

...no hace falta aclararle a nadie que por más machote que seas, ninguna de tus estúpidas exclamaciones de machote podría propagarse más allá de la puta ventanilla de tu vehículo machote, tanto por el quilombo madre que tu vehículo está generando en su escapada como por catorce ó quince factores más que no vale la pena detenerse a enumerar con paciencia y dedicación en tiempos de twitter.

Obviamente, en una película de tiros el realismo debería importarnos tres narices, pero tratándose de un machote como John McClane lo menos que esperamos es que su exclamación mute a grito y rompa las reglas físicas extendiéndose y estirándose más allá del tiempo y del espacio, como aquéllos gritos que supo emitir al saltar desde la azotea del Nakatomi Plaza hacia el vacío, sostenido a duras penas su cuerpito por una endeble manguera convenientemente instalada allí donde solo él podía llegar a necesitarla.

Esto nos lleva al corazóndemelón de nuestro artículo innecesario de la fecha:
Convenciones gringas de estirar/suavizar el tiempo durante momentos críticos en los que el protagonista de la escena -por alguna razón- necesita gritar.

¿Por qué sucede esto? No lo sabemos, suponemos que el recurso puede remontarse a películas bastante antigüas (32 años quien firma estas líneas), y es sumamente efectivo si está bien puesto. Al punto de convertirse en -tal vez- uno de los aspectos más recordados de aquellos tanques americanos, algunos mejores y otros mucho peores. Recomendamos una vez más subir el volumen de los parlantes/auriculares ó sencillamente prestar atención al ejemplo corto que tuvimos la amabilidad de compilar:


Fueron ejemplos tomados al tuntún, pero podemos ver que el gritito ralentado pega mucho tanto en films de acción como en fantasías shakespeareanas con felinos, pasando por cyborgdramas y algún que otro film detestable con monstruo acuático vengativo. Es muy probable que el lector ó lectora recuerde muchos otros gritos también.

Exceptuando el grito machote de Bruce Willis (*) el resto de los gritos apela a la negación (todos son un "nooooo!" extendido, ralentado ó repetido más allá de lo posible) ó a algún nombre propio, generalmente el nombre del que acaba de morir. E indefectiblemente el tiempo se vuelve chicle ante el grito, de hecho empieza a detener su marcha implacable incluso antes de que el bocazas de turno empiece a gemir. Es una convención estrictamente americana (queda formulada desde aquí la hipótesis y abierta la invitación a cualquier refutación que indique lo contrario) y si fué utilizada en films europeos, asiáticos ó micronésicos es por que fué arrebatada de allí.


El problema (de haberlo) radica en que nos han enseñado que las situaciones críticas rápidas, veloces e imprevistas son recordadas más por su golpe inmediato que por su condición de estúpido flash aletargado. Algo hace que estos films se empecinen en convertir un grito corto, desesperado y urgente en algo mas extenso y "disfrutable" para el espectador. Tal vez los realizadores piensen que es necesaria la ejecución del dolor ó el susto ó el shock en cámara lenta, sólo para que el golpe nos llegue más adentro y nos sacuda como -se supone- debe hacerlo. En el otro extremo se relamen chetos onda Tim Burton, quien no tiene ningún problema en detener por completo el tiempo en Big Fish: Ewan McGregor camina entre pochoclos y hula-hulas congelados en nombre del amor, y por si no nos quedaba claro a través del insoportable barroquismo de la escena, la voz en off se encarga de explicárnoslo una puta vez más. 

Parece que en determinada clase de cine el amor congela -ó detiene- el Tiempo por completo cuando quizá lo que buscamos en ese momento es todo el jodido tiempo del mundo. En otra clase de cine la muerte, el susto, el dolor y la crisis frenan un poquito el Tiempo, advirtiéndonos quizá que en ese momento la sangre debería pasar por nuestras venas de modo más suave aunque en general -y contradiciendo aquélla publicidad de TNT- la vida NO imita a las películas, y nosotros nos convertimos en una licuadora de sangre cuando algo duele (ó nos agita) mucho.

Aún encontrando sendas contradicciones en ambos ejemplos, algo dentro nuestro nos hace matrimoniar más con la segunda opción que con la primera, al menos ahora mismo. Después, nunca se sabe. Este puñado de ejemplos cinematográficos se empecina en demostrar, dentro de su mambo, que el tiempo se suaviza cuando algo nos duele y nos desespera, y no cuando estamos pasando un momento lindo. Ahí, en lo lindo, el tiempo se manda la pendejada de detenerse y congelarse.

Daniel Celina.

(*) Gritos machotes-guturales-ralentados como los de Bruce Willis pueden rastrearse en cualquier pieza cinematográfica muscular interpretada por la jeta de Sylvester Stallone, Vin Diesel, Jason Statham, Arnold Schwarzenegger y toda esa simpática cría.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...