Existe un género cinematográfico tan extenso en su producción como difícil de encasillar bajo alguna denominación satisfactoria para todos. Nos referimos a ese hermoso género parido en Italia, descaradamente violento, pleno de antropófagos y muertos vivos, generalmente enmarcado en alguna remota jungla sudamericana o en las afueras de un dudoso New York. Sus culpables más reconocidos fueron Ruggero Deodato, Umberto Lenzi, Bruno Mattei y Lucio Fulci (este último, además de ser Gran Maestro, hizo carrera en otros géneros como el western y el suspenso guarro). El colega Mariano Torres decidió acuñar el siguiente término para esta clase de películas: Holocáusticas, haciendo honor del acertado vocablo de Torres, procederemos a comentar aquí una holocáustica que tiene la particularidad de combinar en su metraje a los dos protagonistas excluyentes del género: caníbales y zombies.
Una clínica neoyorkina cobija entre sus empleados a un enfermero que, una noche, es sorprendido en la morgue devorándose las tripas de un cadáver. Sin perder la compostura, el enfermero se suicida lanzándose desde una ventana del octavo piso y llevándose sus secretos a la acera.
El ala de cirugía de la institución -comandada por un tal Doctor Chandler- se ve convulsionada por tal incidente y se decide callar todo el asunto; no sin antes descubrir el motivo por el cual este enfermero modelo perdió sus estribos culinarios de manera tan burda.
El muchacho en cuestión poseía un extraño tatuaje en el pecho, tatuaje que ciertos periodistas ya habían reconocido antes en algunos ornamentos decorativos y en las fotografías de ciertas ruinas ubicadas en una lejana isla habitada por -cuándo no- caníbales feroces.
Vaya a saber uno por qué, periodistas y clínicos (entre los que se destaca una doctora rubia por demás neumática) deciden viajar a la isla para investigar en profundidad a esta extraña tribu y sus procederes.
La tribu -sintiéndose invadida- comienza a desatar su furia contra algunos de los nuevos visitantes, con especial saña en partes específicas de la anatomía masculina y femenina. Hasta aquí, una holocáustica regular, simpática pero muy similar al resto...
Pero no: Promediando la hora de metraje, un caníbal se dispone a masacrar a su víctima nro. 38 cuando de los arbustos emerge un desastroso zombie pelado, infundiendo inusitado respeto en el aborigen que –agachado solemnemente- abandona el lugar rápidamente.
Sí, señor. Los zombies son antiquísimos moradores de esta extraña isla y por lo tanto amos y señores de todo lo que en ella habita: Caníbales, periodistas y clínicos incluídos. Así que ahora los desconcertados visitantes tendrán que vérselas con dos urbes jodidas de dominar.
La cuestión "dominación" es crucial en Zombi Holocaust, pues el anteriormente citado Doctor Chandler (que hasta este momento ni pintaba) resulta ser un clon del Dr. Menghele que tiene laboratorios secretos, ejército de no-muertos y come-carnes a su total disposición y varios desvaríos más. Todo muy digno de una holocáustica hecha y derecha. De hecho, el final es peligrosamente similar al de Zombie (Lucio Fulci).
Los momentos gore no son muchos, pero están bastante bien hechos, sobre todo en cierto recurso FX muy malogrado en estos films: Machetazo al cráneo. El resto de la cinta contiene algunas chicas pelando cuero, explosiones de cuarta, diálogos increíbles y un simpático ritual pagano con la doctora rubia sometiéndose a un inusual body-painting.
En definitiva, un cóctel bizarrón que, de no incluír zombies, sería igual a los demás. Lo que se traduce en totalmente disfrutable para los admiradores del género.
Bonus Track:
-El director del film se llama Marino Girolami, pero en los créditos figura como Fred Wilson.
-El hijo de Marino Girolami no es otro que Enzo Castellari, director de L´Ultimo Scualo.
-El film se estrenó en EE.UU. como Doctor Butcher M.D: Medical Demented.
-La doctora rubia (Alexandra Delli Colli) aparece en Alla Riccierca del Piaccere, un film exploit en el que se atreve a pelar mucho más cuero que aquí.
-Hay una "extracción ocular involuntaria" mucho más creíble que la de Cannibal Ferox (Umberto Lenzi).
Daniel Celina.
