2.5.13

Apocakirchner Now (Redux)


Algún capanga publicó el "Caetano Cut" de Nestor Kirchner, La Película y -como vimos la noticia en todos los putos lados posibles (pero nadie le dedicó un artículo completo al corte en cuestión y a la importancia de su publicación)- le pedimos a Gonzalo Quevedo que no abandone justo ahora su simpático amarcord cuyano-camporista y nos dedique sus pareceres respecto a esta versión.
El resultado: Viñas de Ira para todo el mundo, pero particularmente para la versión de Paula De Luque y sus panaderos voladores.

Néstor Carlos Kirchner fue un hombre, es decir: Un ser humano. Eso es lo que Paula De Luque y su banda de aplaudidores omitió contar en el documental 'oficial' sobre el expresidente.


Cuando yo era pibe era cristiano, ¿no? Lo cuento porque viene al caso: Cristiano no es lo mismo que católico. Mi familia era católica y me criaron en el catolicismo, pero a mí no me daba para tanto: solamente me cautivaba Cristo. ¿Por qué? No sé, algo empático en lo que algunas filosofías de la India me darían la razón: Quizás la ideología ulterior subyace a todo, incluso a los juegos, porque uno ha elegido desde antes de nacer de qué símbolos estará relleno su cráneo. Pero como cristiano siempre me jodió una cosa de Cristo (algo que, en realidad, excedía al personaje, era más bien una omisión del relato): ¿Cristo no cagaba? ¿Cristo no hacía el amor? ¿Cristo no tenía un perro? ¿Cristo no se emborrachaba? ¿Cristo no cometía ningún error? Me desanimaba: yo de verdad quería ser como Cristo (ese es uno de los ideales del cristianismo militante, dicen), pero me la bajaba el hecho de que eso era imposible porque yo no era hijo de Yavé sino del Julio, un mendocino como yo que no texteaba con palomas, ni comandaba inundaciones o incendios; tampoco era carpintero. De haber, mis mayores, depuesto la bipolaridad (humana y divina) de Cristo, yo hubiese vivido para ser como él, pero dado que a mí me faltaba la mitad de caminar sobre el agua o revivir fiambres, busqué líderes más terrenos, más alcanzables. Me enamoré del Che Guevara, que era fisonómicamente más afín a Tyrone Power que Don José de San Martín. La idolatría es también ideológica. Hay muchos giles y gilas que denostan el fanatismo sugiriendo la falacia de que es un ademán violento, como si fuese el mismo extremismo una púber que colecciona cualquier subproducto del producto Justin Bieber que el lector de Sallinger que boleteó al summo beatle por pasarse de rosca. No, no es lo mismo. Todo depende, en general, del ídolo, y en particular del estado mental del fanático; a fin de cuentas usted puede encontrar un manojo de gente gris que cometió crímenes atroces, pero rara vez encontrará muerta a una Bandana por una fan de hace diez años.

Parece inconexo el texto y a esta altura ustedes y ustedas me deben estar puteando en cinemascope.

 Iba a hablar de Néstor Kirchner, el documental. No voy a hablar de la basofia cuasi religiosa, panfletaria y dadivosa que dirigiera aquella ex bailarina; quiero hablar del Caetano's cut. Se filtró en las redes (porque es probable que el único demócrata de nuestra historia sea Berners Lee, ese anarquista filosófico que inventó internet) una copia muy sietemesina de la versión que Adrián Israel Caetano realizó, y terminó, sobre la vida de Néstor Kirchner. Atrás quedaron (graciadió) las miradas miopes de De Luque y cia; el snobismo berreta de considerar a la muerte como algo más religioso que político (o, lo que es peor: más poético que ético), empantanar la humanidad del tipo, llevar la historia de las narices para narrarla (con lo fresquita y recién pasada que está todavía) como una parábola de improbable proyección para el espectador más que como una exégesis sincera, descarnada, real sobre la vida, pasión y muerte del político que más valió la pena (a pesar de todo, de toda, de todos y de todas) en mucho (pero mucho, eh) tiempo.


Lo que vi en el documental de De Luque, como militante, me dio paja. Me desanimó. La versión esotérica de Néstor, la biopic homérica y pretenciosamente chupaculo perpetrada por esta muchacha no me cabía ni un poco. Néstor se merecía otra cosa. Es comprensible que la muerte apiade un toque a los crípticos pero también es necesario que, quienes hemos visto a la Causa parir sus consecuencias, no nos quedemos en el molde. Y lo digamos claramente: Paula, querida, contame cómo fue que aquel ignoto político patagónico, absolutamente desconocido, pasó de ser su impronunciable, intrincado apellido de la lejana europa a ser, a secas, Néstor. Eso es lo que quiero que me y nos cuentes; y eso quiero mostrarle, en unos años, a mis hijos, a mis sobrinos, a los hijos de mi pareja o a quien tenga a mano. Reconozco que se trata de una exégesis ardua pero en el cine clásico hay guionistas y realizadores que explican el arco de un escritor familiero que termina deseando asesinar a su familia, creo que no es más jodido que hilvanar los hechos que subyacen a la biografía de Kirchner, del veinte y pico de votos al funeral multitudinario. Eso es, Paula, lo que un militante como yo deseaba: ver la vida de un hombre, no de un superhéroe, no de un superhombre; porque si quiero voy y compro el Evangelio y lo releo, santoremedio. O me clavo un Zeffirelli.

 Quiero decir, en síntesis: el documental que fue proyectado (marketineado a mansalva, además) sobre Néstor Kirchner es una mierda. Literal, no me como ninguna. Que griten los que quieran, pero no me nace aplaudir (a pesar de todo el sentimentalismo que me une a estos gobiernos) que una célula de cineastas me cuente la carne y el hueso como si fuesen helio y flato cósmico (a ver, Paula: Solanas -que en paz descanse- y Gettino están editados en dvd, no es tan heavy revidearlos). Caetano, en cambio, se calza la mente al cuerpo y no babea. Poetiza sin ser gagaísta, inyecta metáfora sin que parezca morfina, opina sin subrayados vacuos, muestra sin intervenir, interviene sin caretear y, lo mejor: en la pregunta no inocula la respuesta. O sea: no es un carnaval místico y llorón vacío, es un ensayo (en todas sus acepciones), es una intervención intelectual del archivo, es un despliegue de contradicciones que fundan certezas, de incoherencias que tejen un sentido común con el espectador. No tiene entrevistas gratuitas, licenciosas o meramente decorativas: agudiza la imagen y el sonido para que viertan todo su contenido, opone a un plano equis un off que no es blableta suya en la voz de un locutor avantgarde sino documentación; hace lo que el cine sabe hacer: volver a la vida, re-presentar (¿por qué, entonces, agregarle a esta cualidad resucitatoria del arte el toque nihilista y cuasifalopero de lo feligrés?).

 Vano sería penetrar los oscuros fondos del debate alrededor de si el documental se ciñe a la realidad o la, como dijimos, representa. A esta altura meternos en esos senderos es masturbarnos la cabeza, mutuamente, para seguir perdiendo el viento y no ver lo que hay que ver: Ahí están las películas, entran por los ojos y por los oídos pero ponen la piel de gallina... ¿por qué? Porque la gente se las cree, muchachos y muchachas, porque nosotros nos las creemos; Porque necesitamos creer, y para que creamos necesitamos, al menos, que el objeto de nuestra fe sea sincero consigo mismo. Que detrás de la pantalla exista una creatura, no una criatura creada a su vez por quién sabe quién. Porque el documental tiene algo muy puto en cuanto a eso: Necesita un creador, mucho más que la ficción; necesita un creador que regurgite lo creado, no que intente ser el primero, el único, el original; un creador que recree ('recretivo' es una palabra que no debemos perder de vista, muy a pesar de kiarostamistas y el fundamentalismo del aburrimiento travestido de gol filosófico) la realidad que le aporta el material disponible para entretenernos, para enseñarnos, para inspirarnos, para movernos; todo eso a la vez, si se puede.

 Caetano no solo es sincero: es auténtico, es austero, es autárquico y es audaz. 'Au' es la onomatopeya más común para referir un dolor. Yo me dije 'au' cuado salí de ver la peli de De Luque, lo dije por mí mismo; Anoche, cuando vi la de Caetano, dije 'au' por muchas cosas, que me incluyen e incluyen a mi Presidenta, que nos incluyen a todos y a todas si somos tan probetas como para no reconocer que Caetano nos clavó, con su honestidad, un nocaut hermoso. Así que después de chuparme la sangre seca que Adrián Israel me había dejado con su golpe en la comisura del labio, quise escribir esta (auto)crítica del documental sobre la vida de Néstor Kirchner, sin ningún afán académico ni docto, sino más bien a lo Moreno: desmesurazo, díscolo, grandilocuente, réprobo, humano. Ignoro los motivos (el poder, a ese nivel, es viscoso incluso para un afín) por los cuales la película de Caetano molestó tanto (¿es la poca fotogenia de Cristina en algunas tomas? es la referencia ineludible a la relación con Menem? ¿O es, más ridículamente, que el director de Francia no quiso transar su poesía con la policía racional de los que tratan de capitalizar, sin remedio, la muerte del tipo que querrían ser y no serán nunca?) al gobierno. No me indigna (la indignación es una cualidad de mis enemigos morales), me da tristeza (los comunes son los lugares adonde más me gusta ir). Porque el Caetanogate ensució, barrió, confundió el objetivo primario de ese documental: contar a Néstor. Y Caetano lo cuenta. A su modo, con su estilo, con alguna que otra falencia, pero el tipo es un grosso y no es zonzo. Y el peronismo, escuchame, debería valorar que alguien carezca de zoncera, que no sea un mordisquito. No sé, digo.


En lo meramente estético Caetano es un poeta; en lo duramente histórico, un profeta. Su película tiene el don de condensar no solamente los puntos que, unidos, llevan la línea desde Río Gallegos hasta la Historia (sin ahondar en chiquitajes periféricos, anecdóticos, rococó), sino que además consigue, hacia el final, dejar la mente abierta, el pulso hinchado de quien, siendo humano, ha asistido a la vida de otro ser humano contada por un ser humano y ha sido devuelto al lugar en el que debiéramos estar todos los humanos: la tierra. Me la sudan los regodeos místicos de la orishinal, fundamentan la histeria litúrgica que percibí entre los espectadores del cine adonde la vi: La mayoría era creyente y devoto de la fe kirchnerista, no de la militancia de base o de la militancia intelectual o de la militancia obrera: militaban en la pavada y salieron con esa sonrisa de anciana que ha visto a Cristo en boxer levitar sobre la azotea de su casa. Habían presenciado un milagro, una revelación etérea; los abrasaba una desintegración mística, creían tocar a su mesías, deliraban, eyaculaban suspiros. Me fui espeluznado. Para mí la política, y Néstor, siempre habían sido lo contrario.

 Nada metafísico, todo muy concreto: Néstor había decidido la compra (sí, la compra) de un grupejo de intendentes prostis del Conurbano para dominar la Provincia de Buenos Aires y quitarle su Hades a su otrora (decían en el 2003 los escupidores afiches) Chasman, Eduardo Duralde. Sí: Néstor compró intendentes, hizo negocios, estuvo metido en lo feo, en la caca, negoció con el Cuco, Fausto fue su terapeuta... ¿Y? Yo conozco una colmena de jipis yuppies que no pagan impuestos y cometean a la policía. Y conozco, además, tipos y tipas que no hacen una mierda pero se pasan todo el día replicando el penoso virus del posteo antiK en feisbuc. ¿Y? Pero unos cambian la realidad mientras otros hacen la plancha y cacarean; unos sacan a gente de la pobreza y otros tienen hambreada la cabeza; algunos duplican la clase media mientras otros se quejan de que los cabecitas negras ya no tengan olor a culo, ni los necesiten como antes para sobrevivir. Okey, de nuevo me fui a la mierda.


Resumiendo (y para que, en caso de ser abstemios, no pierdan la primer neurona por mi culpa): Vean la versión del documental de Caetano, porelamordediós, véanla. No sólo porque es una buena película, porque está bien hecha, porque él sabe lo que hace: Véanla porque es un error no verla, no dimensionar al personaje de Néstor Kirchner, no husmear en los trasfondos humanos que lo alejan de toda épica y lo acercan a lo que nosotros mismos, más o menos, podemos aspirar a ser en algunas cosas. Hay ejemplos y, también, contraindicaciones. Hay sutilezas que, vistas de lejos, parecen inocentes descuidos pero no lo son. Hay textos que alientan la proeza de narrar a un igual que, tal vez, nosotros nunca seremos. Pero es un estímulo y una oportunidad para el pensamiento. Es reflexivo, es loco. No olvida (como el documental canónico) los hitos claves que hicieron a Kirchner solo 'Néstor', no olvida mostrar que sus gestas fueron y son reales; que los excesos de euforia de sus discursos son algo, son un texto; que sus gestos no son solamente montajes, que hay algo cierto detrás de cada imagen que parece inspirada por un cuento, aunque haya sido perpetrada, imaginada, ideada por él y sus colaboradores al modo de una fábula. Su humanidad desparrama lo equivocado como lo correcto, en esa imperfecta dimensión de la realidad que es nuestro momento, el aquí y ahora, el presente; No juega a la griegada ni se ufana de ser un testamento insuperable; no quiere ser políticamente correcta, y eso es lo de menos: Caetano no quiere idealizar, sacralizar, darle la teta al mito, Caetano busca que las imágenes construyan, a su modo, una especie de fundamento (por momentos ascético, por momentos comprometido) de un tipo que ya está muerto, muerto, y que sin embargo ha sido de los pocos (dudo que la gorda Carrió siembre tanto) que ha logrado vivir en la vida de los que seguimos vivos, para bien o para mal. Es un hecho.

 Pero, para ser sincero, si la visión supersticiosa y sobrenatural de Néstor flasheada por De Luque prosperase volviéndose real; si Néstor fuese ese héroe todopoderoso y divino que pululó en las quichicientas copias de aquel documental, me hincaría de rodillas para rogarle, una noche de estas, que alguien en el gobierno se ilumine y comprenda que sería bueno, lindo, saludable que haya una copia decente (en HD, si Néstor quiere) del documental de Caetano, para que la gente vea un cacho de arte, al menos, y no el boletín oficial con un moño; para que los pibes y las pibas que vienen hacia nosotros con el tiempo no crean que tuvimos a dios de residente, sino a un ser humano, singularísimo y endeble como nosotros; para que los que hemos apoyado a Néstor en vida y en muerte no quedemos como una secta de ridículos snob que en lugar del pecho ponen las pecheras, que en lugar de hacer cine hacen umbanda y que nunca tuvieron los huevos para decirle a Coscia que su ex-chica no tiene talento. Y que no nos parece tan raro, a fin de cuentas.
 
Néstor, querido: Caetano está contigo.
Nunca menos.

Gonzalo Quevedo.

4 comentarios:

Guagner dijo...

Esta claro que la versión oficial no fue hecha para vos. Ni para mí. Si no para seguir alimentaneo el mito como hacen cada día en todos los mediis oficialistas. Esa idea de que fue un ser único y que nunca habrá otro igual. sería bueno que sea una inspiración para muchos jóvenes. que vean que era un tipo inteligente y vivo que se movió bien. Y no un ser especial. Pero tiene lógica. esa es la manera de que los sigan votando y perpetuarse en el poder a pesar de q la idea original de esta política ya se desvirtuo totalmente. No entiendo que sivan estando tan ciegos y nos sigan subestimando. creo que el gobierno hizo cosas muy buenas. pero hace rato perdio el rumbo. y se hubieran ido con toda la gloria antes de la última elección. ahora ya lo arruinaron.

Danielingo dijo...

Si lo arruinaron o no, forma parte de tu modo de verlo. Yo puedo estar en desacuerdo con ello. Pero considero que en la primer parte de tu comentario está lo verdaderamente importante y lo que me lleva a decirte que puedo estar de acuerdo con alguna de las cosas que decís.

En su momento publicamos un artículo sobre la versión "oficial" del film, te invito a leerlo si andás con ganas.

Gracias por comentar.

Daniel.

gonzalo matías dijo...

marto, hay una sola falacia que empuja el error macro del pueblo argentino, y que podría resumirse en tu frase 'ahora ya lo arruinaron'. es la falacia ad ignoratium de 'la parte por el todo'. digamos, sí, puede que ahora veamos cosas que nos gustan menos, que puteemos porque hay tipos que no bancamos más ahí, que sepamos que hay errores deliberados, manotones de ahogados, apuros, corruptelas, dosis no mortales de cinismo y algún que otro abismo con porongas de punta... pero disiento con vos: no se arruina TODO porque una PARTE se arruine. lo conquistado, conquistado está, lo bien hecho está bien hecho y lo mal hecho se podrá corregir, discutir, reencausar. sin glorificaciones, sin divinizaciones. los que piensan que está todo, pero todo, pero absolutamente todo muy mal son el revés del mismo dogma de los que piensan que está todo perfecto. son religiosos, pa bien o para mal, que no nacieron para entender de qué se trata la política en esta tierra. abrazo!

Anónimo dijo...

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